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viernes, 3 de septiembre de 2010

UN MILLÓN DE PALABRAS EN IMÁGENES

 "LINDO JUEGO"
"ARCO IRIS DE COLOR ROSA"
"CLAVE DE SOL"
"CLAVE DE SOL"
"ZAPATOS DE BARRO"
"ZAPATOS DE BARRO"
"ZAPATOS DE BARRO"
 
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ILUSTRACIONES: JORGE GARCÍA
HISTORIAS: IBETH BORBÓN

domingo, 20 de junio de 2010

ZAPATOS DE BARRO



Por: Ibeth Borbón

Vuela en un avión sobre una gigantesca ciudad, mira por la ventana y el fulgor de las estrellas se confunde con el brillo de sus pupilas. Afuera el firmamento oscuro y profundo, majestuoso e imponente, y de repente un hombre que acomoda maletas al interior de un cohete lleno de luces la mira fijamente y alza su mano en señal de saludo hasta desaparecer en el espacio infinito. Luego ella baja su mirada y se encuentra con sus píes descalzos, extiende sus manos y las observa vacías. Vuelve a la ventana y las casas de balcones y tejas de barro se acomodan junto a las estrellas, vuelan libres y desprevenidas. Ella dice algunas palabras para sí misma y se echa a reír toda la noche mientras continúa mirando por la mágica ventana.

Sólo debe cerrar los ojos, acostarse en algún lugar y la imaginación hace su trabajo. Los sentimientos se reúnen a discutir qué es lo que ella desea, y entonces como en una película bajo su dirección, vive los sueños más deseados, los más lindos que puede crear. Puede inventar cualquier personaje, acondicionar cualquier escenario, vivir mil veces la misma escena, ir y venir en el tiempo y no hay límites porque allí todo, todo es posible. A veces no quiere abrir los ojos, se deja llevar perdidamente, se detienen todos los relojes del mundo y la realidad se vuelve su enemiga. 

Ya amanece y afuera el agua penetra toda la tierra, las hojas de los árboles caen una tras otra sobre los charcos, los pájaros cantan tímidamente y se refugian en sus nidos con su familia para sentir calor. Al cielo se lo tragó la oscuridad, la ventana mágica desapareció, la risa se apagó, y es hora de abrir los ojos y despertar. Camina como sonámbula y entra al baño tiritando de frio. Trata de mirar una vez más por la ventana del avión, pero un chorro de agua helada la trae de regreso y de nuevo su mirada queda fija en sus pequeños píes descalzos.

Ahora sus ojos grandes y redondos están bien abiertos y se sienta a desayunar. Huevos con tomate y cebolla… vuelve a cerrar los ojos y en seguida se encuentra en una piscina de dulces y chocolates de todas las formas, tamaños, colores y sabores posibles, y aprovecha para probar lo que se le antoja. Un trueno retumba en la casa, de nuevo las pupilas fijas en la mesa, antes de que su mamá regrese cambia su plato lleno de comida por el plato vacio de su hermana y se deshace del problema.

Llega la hora de ir a la calle, apenas abre la puerta respira y se le congelan los pulmones, pero aún así juega con su aliento visible en el aire tratando de hacer figuras. Todavía hay tiempo antes de irse, así que llama a su perra “Barbas” quien sale de su casa de lata, se estira y menea la cola esperando recibir una caricia de su amiga. Juegan algunos segundos en medio de la niebla y el frio desaparece por unos instantes.

-Azul, ¿guardaste en la maleta los zapatos?
-Sí mamá, acá están, limpios como siempre.
-Entonces ven rápido a ponerte los zapatos de barro, es hora de irnos.

Ella se apresura a ponerse los zapatos, se despide de “Barbas” y sale de la casa de la mano de su mamá para emprender el camino de todos los días. Juntas avanzan en las calles vacías en medio de la niebla y desaparecen como fantasmas. Cada paso que dan debe ser cuidadoso y seguro, deben revisar bien el terreno antes de continuar, la lluvia ha hecho lo suyo y aquellas calles sin pavimentar se han convertido en caminos llenos de barro resbaladizo. Después de veinte minutos de cuidadoso caminar se encuentran con un obstáculo difícil de pasar, así que la mamá toma a Azul en sus brazos e intenta pasar despacio por el lugar; pero algo falla y el zapato de barro de la mamá se tuerce y pierde el equilibrio hasta caer al piso y darse un fuerte golpe, evitando que a su hija le pase algo. Solo fue cuestión de segundos, a pesar del dolor en su píe la mamá se levanta y sigue caminando como puede hasta poner a Azul de nuevo en píe y continuar el camino.

Por fin aparece la escuela, todas las niñas corren por el pasillo principal para dirigirse a sus salones. Azul se apresura también hacia una banca, se sienta, saca sus zapatos brillantes e impecables de su maleta y los cambia por sus zapatos de barro. Su mamá los guarda en una bolsa, sonríe y le da un beso en la frente a su hija.

-¿Te duele el píe mami?
-No mi amor, no te preocupes, voy a estar bien.
-Gracias mami, te quiero. Le dice Azul a su madre y le da un fuerte abrazo. –Un día no necesitaremos zapatos de barro, porque el cohete lleno de luces, las casas que vuelan al lado de las estrellas, y la piscina de dulces serán realidad, todo lo veremos con los ojos bien abiertos. Te prometo que cuando regrese del colegio después de hacer mi tarea, voy a limpiar mis zapatos de barro.

miércoles, 5 de mayo de 2010

ARCOÍRIS DE COLOR ROSA

Por: Ibeth Borbón

Se aburrió de escribir con tinta roja y negra sobre las hojas cuadriculadas, le parecía uniforme y ridículo, y desde entonces no le importó el color de sus palabras. Escarbaba en los cajones y ponía el  primer lapicero que encontraba en su mochila, pero siempre perdía en cualquier parte. Empezó a pedir lapiceros prestados para poder escribir y fue así como fue acumulando palabras. Una tarde cuando caminaba hacia el bar con la cabeza gacha para contar sus pasos, vio un lapicero de color rosa en el piso. Lo levanto del suelo y en seguida pintó una flor en su mano para comprobar que tuviera tinta, luego buscó una banca, abrió su cuaderno y se sentó a escribir. Pasaron uno, dos, tres, cuatro meses, y el lapicero rosa todavía no corría la suerte de los demás, ella aún lo conservaba en su mochila.

Una mañana mientras comía golosinas, se detuvo en el centro de una ciudad y abrió su cuaderno. Sus ojos marrones crecieron en segundos y su boca formó un cero perfecto. No entendía por qué, pero en frente suyo tenía una figura propia de una naturaleza perfecta. Perpleja contempló aquel espectáculo nunca antes visto en la tierra, incluso se le pasó por la cabeza que aquello sólo era posible en algún planeta que los científicos de la NASA no han podido descubrir. El tiempo no importó, ella no podía más que contemplarlo.

En sus ojos se reflejaban varias figuras, veía cuarenta y cuatro por cuarenta y cinco más ocho colores, y una cifra de significados, aproximada al número de hojas que tienen los arboles en el mundo. Al principio le pareció extraño, no sabía qué era exactamente, ni que nombre ponerle, así que sacó del bolsillo de su falda unas gafas de plástico que había conseguido en una piñata cuando era niña, se las puso y por fin pudo detallarlo. Aunque no reconocía con precisión qué era lo que estaba viendo, su corazón si lo sabía, y ella sencillamente decidió creer en lo que su corazón le mostró. Entonces pudo ver con claridad que aquel cuaderno lleno de palabras de tinta rosa, realmente era un anhelado arcoíris de color rosa.

Cuando logró comprender agarró fuerte su cuaderno, y sin quitarse las gafas salió a correr por la avenida, entre los altos edificios de ladrillo que dejaban entrever un cielo azul cielo. Era tan perfecto, tan hermoso, tan maravilloso lo que había visto, que quiso compartirlo con otras personas para que ellos experimentaran la misma sensación que la recorría de los píes a la cabeza. Antes de continuar con su afán, entró a una tienda deportiva, compró unos patines de goma, una botella con agua, algunos chocolates, acomodó todo en su mochila, y emprendió un viaje que la llevaría a recorrer el mundo.

Comenzó su viaje por el agua helada del Pacífico, encontró junto a la playa una tabla de surf, y sin quitarse los patines, surfeo hacia el norte del Sur de América. Entonces se encontró con un lugar lleno de montañas y ruinas indígenas, y allí vio a su amiga La Miedosa, y a su amiga La Cobarde, les puso las gafas, les mostró el cuaderno, pero ellas sólo vieron el cuaderno con letras de color amarillo.
Salió rápido de allí, encontró un cóndor, conversó una hora con él sobre el canto de las aves, y luego lo convenció para que le prestara sus alas. Las coció a su chaqueta y sin quitarse los patines, voló hacia el centro de América, a un lugar donde todos tenían sombreros grandes y una copa en la mano. Ahí, se tropezó con su amiga La Incrédula, y su amiga la Envidiosa, les puso las gafas, les mostró el cuaderno, y ellas sólo vieron el cuaderno con letras rojas.

No era posible, ya había visitado muchos lugares y nadie había logrado ver el arcoíris de color rosa. Aunque estaba cansada, no perdió la esperanza. Sin quitarse los patines subió a un avión, y al bajar estaba nuevamente en una avenida, entre los altos edificios de ladrillo que dejaban entrever un cielo negro cielo, en medio de un circuito de luces de colores que inundaban ese artificial espacio sideral. Patinó por el andén mientras sus ojos se cruzaban con rostros de todo tipo. Se detuvo a comer una hamburguesa con doble porción de queso y tomó una coca cola. Cuándo dio el primer mordisco sintió que alguien le tocó el hombro.

-Hola. Solo quería saber por qué traes puestas esas gafas oscuras, si ya es de noche. -Es cierto, pero me gustan, y con ellas veo diferente.
-Mucho gusto, soy el chico de la historia. -Muy bien, yo soy la chica de la historia, y me dedico a recorrer el mundo para mostrarle a la gente el arcoíris de color rosa. Pero me detuve a comer algo.
-Nunca escuché hablar de algo así. ¿Puedes darme un pedazo de hamburguesa? -  Claro.
-Está muy buena. ¿Puedo ver tu arcoíris de color rosa?
-No lo sé. He intentado mostrárselo a muchas personas, pero nadie ha logrado verlo. Tal vez es solo mi imaginación.
-Yo creo que existe. Dijo el chico. Ella se quitó las gafas, y antes de ponérselas al chico, él saco de su bolsillo unas gafas viejas y se las puso.  -No te preocupes, yo tengo las mías. Dijo.

Ella sacó el cuaderno y lo puso en sus manos. Él observó y enseguida sonrió; curiosamente acerco el cuaderno a su cara, lo retiró y volvió a sonreír. -Es sencillamente maravilloso, estoy seguro de que esto lo traes de otro planeta. No comprendo cómo puedo ver algo tan hermoso, pero estoy seguro de que es un arcoíris de color rosa. -¿En realidad lo estás viendo? Dijo ella. -Lo veo chica, y me gusta. Solo tengo otra duda. ¿Cómo lograste conseguir algo así? -Fue difícil, pero sencillo. Un día antes de llegar al bar, creí que era posible escribir mi vida en color rosa, y después de andar tanto y vivir este momento, me he convencido de que es real.
Y dime, ¿quieres otro pedazo de hamburguesa?

lunes, 19 de abril de 2010

CAMPAÑITA CON PARAGUAS POR EL CLUB


Ahí estaba yo, sobre unos tacones altos, sonriendo desprevenida, y dándole la bienvenida al desfile de narices perfectas y rostros estirados de las señoras, y a las corbatas de colores que adornaban las barrigas redondas y desagradables de los señores. Por más de cuatro horas entré en ese juego de vida hipócrita y superficial al que están acostumbrados y que saben manejar con natural actuación. Esa noche, aunque me costó, también actué para ese circo oligarca, que se reunió en plena contienda electoral, para aplaudir y festejar con francachela y comelona, una de las exclusivas reuniones de campaña politiquera de su eterno y adorado amigo de familia prestigiosa y adinerada.

Muchos de los asistentes, apenas habían cruzado un par de palabras con él en el pasado, o habían hecho algún tipo de negocio, otros se presentaron sólo porque era la oportunidad indicada para obtener algún beneficio, cualquiera… dígase un ministerio, una fiscalía, una embajada, o lo que se atravesara por el camino. Casi todos se mostraron complacidos de la ocasión por pura conveniencia. Incluso la coincidencia me hizo ser partícipe, aunque yo no aspiraba a ningún puesto público para hacer nada y ganar millones; a mí sí me costó trabajo estar en medio de la mentira de esa noche, y sabiendo como me cuesta mantener una mentira, siento que me estafaron, porque solo me dieron a cambio unos cuantos pesos. Pesos que ya se esfumaron en la cuota mensual de la EPS, los pasajes de Transmilenio de una semana, 5 kilos de arroz, 3 litros de aceite, y con las monedas que me quedaron compré una chocolatina para poner una sonrisa en la cara de Juancho.

Cuando ya todos estaban reunidos en el lujoso salón, con las manos llenas de whiskey y vino, y algunas bocas atragantadas con bocados exquisitos, se apagaron las luces y se rodó la cinta. Desde la puerta vi como apareció en la pantalla que tenía en frente, la inconfundible cara maligna del homenajeado. Una tras otra iban pasando fotos acompañadas por una voz en off que relataba la historia rosa e impecable de su vida, y que se reforzaba con frases inspiradoras y eficaces para convencer al público de la obra santa que había sido la carrera política de este hombre. La prueba de lo que se puede hacer con unas imágenes, una voz persuasiva, una musiquita güevona, y la idiotez de muchos.  ¡Aleluya a la edición en video!

Listo, se acabo la obra del editor. Arriba luces y que aparezca el dueño del circo. ¿A ver… qué es lo que tiene que decir?

Y bueno, debo admitir que fue contundente. Él pronunció algunas frases que ahora no recuerdo muy bien, y realmente no se por qué. Pero creo que la capacidad de este hombre para concretar un tema, salió a relucir con la frase final de su discurso.

-    ¡Tenemos que ganar la presidencia para que no nos quiten el Club!

¡Listo papa! Eso era todo lo que iba a decir. Hubiera enviado un telegrama, y se habría ahorrado el billete que le costó la fiesta. Porque éste no llevo tamales, lechona, ni palos de cerveza, pero los reemplazó con bebidas etílicas de elite y pasabocas que pocos paladares comprenden, porque, -guacala, que cosa tan fea esa crema que tenía la galleta. Tampoco prometió pavimentar vías, ni arreglar andenes, ni construir parques, ni poner luz y alcantarillado a cambio de votos (aunque en Bosa si fueron a vender votos por $25.000) ,porque obviamente al césar lo que es del césar. A esta gente tocaba convencerla con algo que estuviera a su altura.

Por eso él pensó de manera acertada, y se unió a la libre causa del reconocido alcalde de Bogotá, por allá en el 2008 cuando no quería permitir que expropiaran uno de los terrenos del Country Club, obviamente para que no se cometiera una injusticia SOCIAL. Definitivamente sería casi como violar los derechos humanos,  quitarle a la clase alta de Bogotá, el placer y el goce que les brinda ser socios de uno de los clubes más pinchaos de la capital, donde tienen un espacio de esparcimiento y recreación para practicar todo tipo de actividades lúdico-recreativas. ¿Qué sería de la vida de estas personas sin sus famosos torneos de golf? ¿Qué sería de la vida de estas personas sin las fiestas millonarias, con artistas famosos, gente de la farándula y reconocidos deportistas de talla internacional? ¿Qué sería de la vida de esta gente adinerada, acostumbrada al lujo y el buen comer, sin tener la oportunidad de ser socios de un club?

Tendrían que ir a comer mazorca con oblea al parque Simón Bolívar, o al Tunal, y aprovechar de los conciertos gratuitos que organizan algunas emisoras populares una vez al año. O de pronto si se animan pueden ir a la ciclovía los domingos y festivos, y llevar harto bloqueador para que no se les dañe la piel con los rayos del sol. En últimas que vayan los domingos a uno de los diez parques cercanos que hay en los barrios donde viven, y se tiren en el pasto a saborear una Polet, y si se aburren que se vayan a Andino o a Atlantis, y pidan helado en Crepes.

Pero como estas posibilidades son inauditas, mejor votar por Santos, y asegurar una buena estadía en el Club, por lo menos por unos cuatro años más, si es que a éste no se le da también por extender a toda costa su permanencia en el Palacio.

Dijo tan pocas cosas el señor Santos en su discurso, que sólo hubo tiempo para hablar de lo realmente importante. No hubo cabida para nombrar las trochas intransitables, supuestas calles de un barrio por donde la señora Idaly todos los días tiene que subir y bajar, y en los días de lluvia sortear el lodazal para poder llegar a su rancho; no hubo tiempo para hablar de la casa que necesita construir la comunidad de un barrio, para que funcione como salón comunal y se ponga en desarrollo todas las actividades que el señor Antonio tiene en mente para el progreso de su gente; no hubo tiempo para plantear cómo se le puede ayudar a Gladys, para poner en práctica su idea de combatir la violencia y la delincuencia a través de programas de inclusión cultural, y no a través de las BAM BAM de las armas; no hubo tiempo para proponer alguna estrategia que le permita a la señora Luz Marina, terminar en su barrio con las ollas de droga que están consumiendo a los jóvenes, y han convertido el lugar en un espacio al que no se puede entrar sólo.

Ni para el candidato, ni para su público, eran temas importantes y por eso no hubo tiempo. ¿Qué se podía hacer? A la mayoría de gente que tiene carros último modelo y con latas brillantes, no le interesa lo que le pasa a Idaly, a Gladys, a Antonio, o a Luz Marina. Entonces ¿para qué el candidato se molesta en hablar por ellos? No es necesario.

El objetivo del encuentro se cumplió. Todos quedaron felices con Santos y la celebración terminó. Afuera el aguacero insignia de Bogotá los estaba esperando. -Agûita pa´mi gente, dijo San Isidro. -Agûita pa´todos. Y como el candidato piensa en todo y en todos, a la salida regaló a sus comensales camisetas y paraguas.  Ese día justo no lleve el paraguas, y como nadie fue por mí, afuera solo me esperaba el agua. Además como los que más tienen son los que más piden, los aparatos para cubrirse del agua se acabaron en menos de nada. Igual prefería mojarme que estar bajo uno de esos. Pero antes de irme, me detuve a pensar en el bienestar de Santos, así que le guarde un paraguas… pero no precisamente para protegerlo del agua… sino para que le diera otro santo uso.

lunes, 1 de marzo de 2010

CLAVE DE SOL

 

Por: Ibeth Borbón
 
Sabe que será famosa, y muere por salir de ese lugar donde ha pasado casi toda su vida. Apenas alcanza a ver a la gente que viene y va de prisa a través del vidrio. Algunos son cuidadosos y se detienen de vez en cuando a observarla, pero ella sabe que en seguida continuaran  con sus pasos largos. Como de costumbre las luces se han apagado, un tímido calor abriga cada rincón del pueblo, el sonido de las palmeras ambienta la noche, la luna se refleja inmensa en la ventana, redonda y casi amarilla, como un queso exquisito. Un ratón con alas no vacila en acercarse y darle un mordisco, la saborea con placer, sabe que tiene suerte de probar la anhelada luna. Y mientras tanto desde abajo, ella continúa mirando hacia afuera, observa el cielo y quiere ser libre.

En la oscuridad de su hogar sigue pensando cómo será el mundo en el exterior. Siempre había vivido tranquila en aquel lugar junto a sus amigas, pero la curiosidad se despertó desde el día en que se cruzó con la mirada de aquel joven de pelo desordenado y sonrisa grande. Los ojos del chico se concentraron tan intensamente en ella y con tal admiración, que sin cruzar ninguna palabra, hubo una conexión inexplicable. Los astros se confabularon a su favor y la magia invadió sus cuerpos. Desde entonces él va todos los días a verla de lejos, se fija en su brillo, en sus curvas, en sus delgadas líneas, y en seguida siente una ola de calor que le atraviesa cada fibra de sus músculos y recorre hueso por hueso su esqueleto.

Una medianoche cualquiera, en la mitad de una playa poco transitada, el chico resulta acostado en la arena junto a la orilla del mar. La cabeza le da vueltas y la sensación que tiene le produce emociones indescriptibles. Sus sentidos se encuentran alerta, y en la profundidad del cielo misterioso, alcanza a distinguir una estrella tras otra, la constelación de Aries. Es el inicio de la primavera, el renacimiento de la naturaleza. Mientras continúa con sus ojos camaleónicos en el firmamento, se distrae con el goloso ratón volador que hace piruetas en el cielo, y se lleva un gran susto cuando una ola del mar lo alcanza con el agua helada que lo trae de regreso a la tierra. Cuando vuelve del trance, solo escucha lindas melodías en su cabeza y de nuevo se concentra en aquella que le roba el aliento. Sabe que un día será suya.

Está hecha de un cuerpo con formas perfectamente definidas, a base de aliso, una madera blanda y ligera con grandes cualidades de alta resonancia, cuerdas de metal ubicadas en sentido contrario a los trastes, que se encuentran milimétricamente posicionados, pickups que convierten las vibraciones de las cuerdas en señales eléctricas, y un mástil solido y fuerte, el alma viva de aquella hermosa guitarra Fender Electrocaster, bautizada así por su padre, el californiano Leonidas Fender.

Su producción fue normal, en serie al igual que sus hermanas. Pero siempre supo que tenía algo especial que la haría diferente a las demás. Algún día quiere sonar como la guitarra de George Harrison, de Bob Marley, o de Jimi Hendrix.  Es bastante ambiciosa en su cometido, pero confía en su sueño y en su destino. Unos días después de haber nacido, fue trasladada de la fábrica a su hogar actual, una tienda de instrumentos musicales muy reconocida en un pueblo de la costa oeste de Estados Unidos. Parece que no tiene suerte, lleva más de diez años en ese lugar. Casi todas las guitarras con las que llegó se han ido, y ella sigue detrás de la vitrina. Pero es caprichosa y no quiere cualquier dueño. Sabe que su alma le pertenece a una sola persona, y espera pacientemente al chico que la observa en la distancia casi todos los días. Sabe que él debe ir por ella.

El sol ya está de regreso, el ratón satisfecho con su festín nocturno, se quita sus alas y decide tomar una siesta sobre las nubes mientras lo arrulla el viento. En la tierra, el dueño de la tienda no alcanza a dar la vuelta al letrero indicando que ya hay servicio, cuando aparece un chico con la respiración agitada y el pelo más desordenado que nunca. Golpea a la puerta insistentemente y ésta se abre. Apenas alcanza a poner un píe dentro cuando dice:

-Quiero esa guitarra -y señala hacia la vitrina.
-¿La Fender Electrocaster?
-Sí, esa. ¿Pero… puedo probarla antes?
-Por supuesto -responde el dueño, mientras toma otra Electrocaster que tiene al lado suyo.
-¡No! -grita el chico. Quiero esa, la que está en la vitrina.
El hombre algo confundido con la situación, obedece y retira la guitarra de la vitrina, la conecta al amplificador y en seguida ésta se encuentra en manos del emocionado muchacho.

Apenas la siente junto a él, su corazón empieza a latir como nunca, ella por su parte, se siente nerviosa, pero más viva que nunca. Él la acaricia cuidadosamente, y la observa con la misma mirada que le dio la primera vez que la vio. La acomoda cerca a su cuerpo, la enciende, y ella se siente feliz por primera vez. Acerca sus dedos a las cuerdas y los desliza sobre ellas sigilosamente. Ella quiere temblar pero se aguanta la corriente eléctrica que recorre por todo su cuerpo. Y de repente, el dedo pulgar del chico toca la primera cuerda, la segunda y la tercera, y el sonido hermoso de aquella guitarra retumba singularmente por el espacio de la tienda. Ella por fin siente con intensidad esos dedos mágicos que tanto espero. Él por fin tiene en sus manos a aquella que le quitaba el sueño, y empieza a hacer realidad cada acorde que le retumba en la cabeza, uno tras otro transita el sonido por el viento.

La clave de esta melodía de la vida, era la llegada del sol de aquella mañana. Y así, bajo el sol, en la arena, y acompañados por el sonido del mar y del viento, se escucha libre y feliz el alma de una guitarra y su amigo inseparable. La armonía, la melodía y el ritmo, se conjugan con los sueños y los sentimientos de los protagonistas de esta historia. El destino sigue su curso, el complemento se ha reunido, la magia de sus dedos con el incomparable sonido de sus cuerdas. Las melodías más raras y novedosas, que hacen parte de las canciones más locas y divertidas, de las más tristes y sentimentales.

Entonces el ratón se despierta con la música maravillosa, se pone las alas y desciende a la playa. El chico se sienta a contemplar el maravilloso paisaje que tiene enfrente, acomoda la guitarra a su lado, los ojos le brillan y no puede más que sonreír. El ratón aterriza junto a ellos, saluda moviendo su pequeña mano, siente la buena energía del momento y sin dudarlo decide regalarles un pedazo de luna.

jueves, 11 de febrero de 2010

CARETAS DE MUJER

 

Duerme sola y tiene miedo de levantarse de su cama. Presiente que algo malo está por suceder. Se toca la frente y está bañada en sudor. Se toca las mejillas y parece que fueran a arder en fuego. Su cabeza está a punto de estallar, no soporta más el dolor. Se pone las sábanas encima de la cabeza y cierra sus ojos, pues no quiere volver al mundo real, ese de todos sus días, ese que le  toca vivir y que tanto odia. Dura así un par de minutos, tiene un rosario en sus manos y lo aprieta con tal fuerza que nadie se lo podría arrancar. Abre los ojos nuevamente, se escabulle de entre las sábanas y asoma la mirada por encima. Alguien se acerca a la puerta, los pasos se sienten venir uno tras otro, y cada vez están más cerca. Por fin se detienen. De inmediato vuelve a esconder su cabeza, aprieta sus ojos y deja marcada la cruz del rosario en sus dedos. Hace frio en el lugar, está todo oscuro y solo se ve la luz que pasa por debajo de la puerta. Una sombra ahora está justo ahí.

-Abre la puerta Grace. Le ordena una voz gruesa y turbia.

Al otro lado de la pared, una habitación lujosa y extravagante. Cientos de vestidos llenan el placard, hay montañas de zapatos de colores, con todas las clases y tamaños posibles de tacón. El rosa y el rojo atiborran cada milímetro de aquel espacio. Joyas doradas y costosas se exhiben sobre la mesa. Diamantes, esmeraldas, rubíes, perlas. Un espejo gigante ocupa la mitad de una pared, y en él aparece el reflejo de Diana. Ahí está postrada en su cama, con vendas que le cubren casi todo el cuerpo. Apenas si se puede reconocer su mirada vacía. Se queja constantemente, trata de moverse pero se le hace un castigo. El dolor la está consumiendo. Lleva apenas dos días así y está desesperada, en el fondo sabe que quisiera desprenderse de su estuche y dejar en libertad de cualquier dolor su alma. Pero no puede. Prefiere asumir el papel de valiente y soportar. Tocan a la puerta.

-Señorita Diana, traigo su medicina, ¿puedo pasar?

Grace continúa despavorida. Sabe que se acerca el momento. No se permite mirar. Está a punto de orinarse en su pijama. Aprieta con más fuerza sus ojos. Comienza a rezar el padrenuestro, y justo cuando pronuncia la sexta frase… siente que una fuerza descomunal la saca arrastrando de entre las sábanas. Cae al piso y se escuchan sus huesos pegar contra la baldosa. Luego es tirada del pelo por toda la habitación. Ella no se permite mirar. Su cuerpo maltratado se detiene de un golpe contra la pared. Luego siente una, dos, tres, cuatro bofetadas en su cara. Una patada en su seno izquierdo. Un dolor intenso que le parte el alma. Un montón de lágrimas por dentro que le inundan el corazón. Por fin abre sus ojos verdes, están llenos de agua. Intenta ponerse en píe, pero no es capaz, no tiene fuerzas para soportar su propio peso. Sin esperarlo un escupitajo llega a su cara. Está derrotada, la poca fuerza que le quedaba se vino completamente abajo.

Han pasado un par de semanas, Diana se siente mejor, su cuerpo ha evolucionado favorablemente y le han retirado las vendas. Se levanta de la cama y en seguida se mira al espejo. Muchas cosas han cambiado, no es la misma mujer de hace unos días. Sus tetas están más grandes, su cintura ha disminuido a la mitad, su abdomen está marcado, sus nalgas se ven paradas y muy redondas, su nariz está más estilizada, y sus pómulos han aumentado. Todavía tiene algunos moretones en su cuerpo, las cicatrices no han sanado por completo, pero ella está feliz con su nueva fachada. Se maquilla con cuidado para disimular las marcas que aún tiene en su rostro. Un poco de base facial, polvo, rubort, rímel, labial rojo intenso y ahora su rostro es otro. Diana no cabe de la felicidad en su empaque nuevo. No cansa de mirarse. Definitivamente es otra por fuera.

Grace también decide cubrir sus marcas, esas secuelas que aún tiene en su cuerpo. Se vuelve valiente y toma su maquillaje e intenta recomponer su rostro. Tampoco es la misma mujer de hace un tiempo, no reconoce lo que está viendo. Unas cuantas lágrimas resbalan y le dejan entrever la tristeza que siente por dentro. Se limpia con cuidado para no dañar su esfuerzo y continúa con su tarea. Por más que trata no puede esconder  lo que le hicieron. Se siente frustrada, impotente, vacía. Aprieta fuerte su puño y le da un golpe al espejo. Cree que no vale nada. Recobra el aliento, se pone unos lentes oscuros y toma su cartera. Cuidadosamente con su mano se limpia su última lágrima, y sale de su apartamento.

-Hola Grace. Saluda Diana quién también se dispone a salir del edificio.

-Hola Diana. Responde Grace, y la mira tímidamente de reojo.

-Hace muchos días que no te veía. ¿Ya te fijaste qué tengo de nuevo?

Grace tiene la mirada en el piso, no se atreve a alzar la frente y solo titubea.

-¿Compraste un vestido?

-Claro que compré un vestido. Pero fíjate bien, ¿Qué más ves?

-Traes el pelo más largo.

-No Grace, mira mi cuerpo, me veo bellísima. Me siento una mujer nueva. Le dice, mientras se pierde admirando la silueta de su cuerpo en el reflejo de los lentes de su vecina.

Del otro lado de esos cristales, se encuentra la mujer humillada, destruida y odiada a sí misma. Solo puede responder:

- Te felicito Diana. Ahora tengo que irme.

Grace sale caminando rápidamente sin rumbo alguno, da la vuelta en la esquina, y Diana sin decir más la pierde de vista. Aparentemente el dolor que sentía en su cuerpo hace unas semanas ya no la acompaña, ya no quiere botar su coraza estropeada a la basura, ya no se quiere liberar del material que envuelve su alma. Diana ahora se encuentra perdida en la anhelada belleza de su careta de mujer adorada. Y Grace, en otra calle cualquiera se encuentra ahogada en la profunda agonía de esa careta de mujer casada.

Por: Ibeth Borbón

miércoles, 3 de febrero de 2010

LINDO JUEGO


Por: Ibeth Borbón

Juan permanece ansioso y dibuja una sonrisa traviesa en su rostro constantemente. Puede que esté un poco preocupado, pero con facilidad deshace estas ideas de su mente y se entretiene con otros asuntos. Hoy su vida es bastante agitada. Todos los días empeña su creatividad en la construcción de aviones, autos, robots, edificios, incluso ciudades enteras, y de vez en cuando piensa en máquinas secretas que solo él puede entender. Tiene tiempo para pintar cohetes de colores, para salir a correr en el parque, y para ver a sus equipos de fútbol favoritos por la televisión. A pesar de la agitada jornada diaria, siempre permanece activo y disfruta de sus actividades.

Pronto volverá a ver el pelo  rizado, negro y brillante de María, y la picardía en esos gestos que lo asustan y lo ponen nervioso por unos segundos sin saber por qué. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la vio. No es fácil para él demostrar lo que siente, sin darse cuenta se enreda un poco para hablar, no sabe qué palabras usar cuando la tiene en frente, siente miedo, un miedo que según él, es un sentimiento que todos experimentamos en esta situación. Realmente no le interesa mucho saber lo que le sucede. Por primera vez tiene esa sensación extraña que aunque lo aturde también le gusta. Ni siquiera calcula su reacción ante el encuentro. Estará de nuevo a su lado y eso lo llena de felicidad.

A primera vista parece que María no sabe lo que pasa,  pero en el fondo ella conoce la situación. Está enredada en un juego que a todos les gusta jugar y que de a poco se va convirtiendo en un placer. Estuvo hablando con sus amigas acerca de Juan al tiempo que las mariposas despertaron en su estómago y revolotearon como locas. Como de costumbre se ha puesto la falda corta, se ha acomodado una flor en el pelo, le ha puesto color violeta a sus uñas, y resalta el carmesí de sus labios. Mientras ve el reflejo de sus ojos marrón en el espejo, trata de acomodar sus gafas, pero es inútil, siguen torcidas después de que las dejó por descuido en el sofá y su abuela se sentó encima de ellas. Pero no es problema, María luce sinceramente bella. Toma su mochila verde, se cuida de llevar adentro algunos dulces, se despide de “Shailon”, su perro,  y sin esperar más sale corriendo de su casa.

En una época poco común, el sol ha recargado su poder y entre las nubes se ven sus rayos más intensos. Las ramas de los arboles han crecido nuevamente, los arbustos están frondosos y llenos de flores, el verde inunda el lugar y contrasta perfecto con el azul del cielo. Un trébol de cuatro hojas que creció allí espera a ser encontrado por alguien con suerte, y junto a él, hay una fiesta de hormigas que celebran la llegada de la reina. El bullicio de cientos de risas y voces se transporta por el aire y le da alegría al lugar.

Juan corre a todo velocidad, de pronto se tropieza y cae, aprovecha para dar  tres botes y vuelve a ponerse en píe, mira para todos lados con perspicacia, como un pirata en busca de un tesoro escondido. Entre tanto, María camina tranquila con sus amigas, se detiene para acomodar otra vez sus gafas y poder observar mejor, echa un vistazo y ve justo el momento en que Juan tropieza. Tapa su sonrisa con una mano y de inmediato aparece un brillo en sus ojos. El mismo brillo que Juan acaba de ver. Él vacila un poco para acercarse. Por el camino se entretiene con algunos amigos, pero cuando ellos desaparecen, el miedo se apodera de nuevo, hasta que finalmente lo empuja la curiosidad y camina hacia ella.
Dos palabras acompañadas de valor.
-Hola María.
Una respuesta sencilla llena de emoción.
-Hola Juan.
Tres palabras más que aparecieron con poca razón.
-Eres muy bonita.
Y otra respuesta tímida que salió del corazón.
-Tú también eres lindo.

Ella se ruboriza de inmediato y se traga los dulces que tiene en la boca, agacha la mirada y sonríe penosa mientras mece las piernas que le cuelgan de la banca. Él sólo la mira por un instante y en cuestión de segundos se siente diferente. No entiende nada. No puede más que reír con ella y luego le muestra que le hacen falta tres dientes.

-El ratón Pérez me trajo unas monedas.
-Mi mamá me dijo que es un ratón millonario y que tiene montañas de dientes en su casa.
-¿Para qué quiere el ratón Pérez tantos dientes?
-Yo creo que los compra para hacer una torre de dientes que llegue hasta el cielo y entonces podrá subir para sentirse más grande. ¡Cómo es tan pequeñito!

Inesperadamente María se acerca a Juan y le da un beso en la mejilla. Juan corre y se esconde detrás de un árbol, sus converse llevan los cordones desamarrados y se ven veloces por el pasto. María se despide de un grito y le hace muecas a Juan. Luego se sube en el columpio, y sus amigas la empujan fuerte hasta que casi da la vuelta completa. Su falda se levanta de vez en vez con el viento, y la flor se le cae del pelo. Mientras tanto Juan saca de su bolsillo un auto y lo empieza a llevar por los lugares por donde camina a la vez que simula el ruido del motor que acelera con fuerza. Ahora se encuentra en una competencia automovilista decisiva, él sabe que va a ser el campeón y se llevará un trofeo.  Juan y María tienen esa particular inocencia,  son libres… y están ansiosos por seguir jugando.

viernes, 29 de enero de 2010

DESPEDIDA A UNA VIDA

 

Cindy, una guerrera de 21 años afronta la batalla más dura de su vida. Casi siempre se le veía sola, apartada del mundo que la rodeaba, y en esta ocasión realmente parecía de otro mundo. Tiene un píe en el más allá, y el otro atado en la tierra a sus sueños, a sus ilusiones, a sus seres queridos, a su vida. Todavía tiene muchas cosas pendientes por las que quiere luchar. Pero hoy sus pulmones no le permiten respirar por sí sola,  funcionan gracias a un ventilador artificial. Parece que su esencia hubiera desaparecido, por más que la miro no la puedo reconocer.

Ahí está, como petrificada, y en mi mente solo aparece el recuerdo de la última vez que compartimos juntas, ella siempre en medio de sus dilemas, y aún así con una sonrisa. Los aparatos que están conectados a su cuerpo, me comunican que su corazón palpita y aún hay oportunidad. Parece mentira, pero está irreconocible, no queda rastro de la niña, de la adolescente, de la mujer. La veo pero siento que no la veo.  Su cuerpo está agotado, cansado, maltratado.  Su alma también tiene muchas heridas, pero Cindy sigue luchando.

La primera vez que la vi me pareció una niña muy extraña. Su mirada era camaleónica, habitaba en sus ojos cierta tristeza y dolor, pero cuando la escuchabas reír a carcajadas también había lugar para la esperanza y la alegría. Ella cambiaba con el paso de los días. De repente no quería pronunciar palabra, solo podía hablar con ella misma. No miraba a los ojos a nadie, eran solo sus problemas. Su silencio me decía que algo le sucedía, pero ella prefería callar los secretos de su vida. No creí posible que un día me viera como una amiga, y sin embargo me confió algunos de sus misterios.

Aparentaba ser ruda e indeleble, fuerte, como una niña de hierro que celosa comparte sus lágrimas solo con su muñeca de trapo. Siempre delgada, de huesos largos, pelo castaño, ojos marrones, labios delineados, boca pequeña, espalda ancha y una forma de andar ligeramente varonil. Su piel tenía huellas de una extraña enfermedad que durante casi toda su vida estuvo oculta en su cuerpo. ¿Cómo saberlo? Muy temprano tuvo que cambiar la golosa por un trabajo para ayudar en su casa. Vivía con su papá y su hermano. Sus padres se habían separado. El dinero apenas alcanzaba para lo necesario, y el seguro médico que tenía no era eficiente.

-¿Qué pasó contigo amiga? Te ves tan diferente.

No pude contener las lágrimas, de inmediato sentí ese nudo en la garganta y  el corazón se me aceleró. No me atreví ni a tocarla.

-Disculpa por no haberte llamado, por no haber aparecido antes… yo… estuve ocupada. Nunca imaginé encontrarte así. 

Sabía que me estaba escuchando a pesar de su estado. Seguía mirándola desde lejos. Quise acercarme pero las piernas me flaquearon. Lo intenté una vez más y camine unos pasos. Me puse a su lado, le tomé la mano. Solo quería que me sintiera, que se despertara de esa pesadilla, y se levantara de la cama. Que me contará que había pasado durante esos dos años que no nos vimos, y que volviéramos a reír juntas.

-Vamos amiga. Siempre fuiste tan valiente, tan fuerte. No puedes desistir ahora. Vas a superar esta situación y vamos a celebrar un gol mientras jugamos un partido de futbol, vamos de nuevo a bailar juntas.

No había respuesta. Estaba acostumbrada a su silencio, pero estoy segura que esta vez tenía mucho por decir. Irónicamente en esta oportunidad no podía. Cindy llevaba dos meses en el hospital después de que le diagnosticaron Lupus Eritematoso Sistémico. De diez personas con esta enfermedad, nueve son mujeres, incluyendo a mi amiga. Un mal que no tiene cura y que de a poco va dañando todos los órganos del cuerpo.

-Necesitas reponerte… afuera está Valentina esperándote. Cada vez se parece más a ti, tienen la misma mirada. Ella te necesita. ¡Y tú estas tan joven! Tenemos mucho por hacer, por conocer, por experimentar, por vivir, vamos a seguir “sollándonos” la vida. Todavía hay tiempo.

Estaba triste y desconcertada. No era posible que estuviera pasando algo así. ¿A dónde se había ido la vida? ¿Por qué cuando estas al borde de la muerte empiezas a  valorar un beso, un abrazo, una mirada, una palabra, una caricia, un momento, una flor? Somos afortunados en tener esas cosas todos los días. O entonces será mejor ser conscientes de que siempre estamos al borde de la muerte para vivir con más intensidad.

-Ya me tengo que ir amiga. Tu mamá necesita entrar a verte. Nuevamente siento mucho no haber venido antes. En verdad lo siento. También te quiero con todo mi corazón. Sé que eres una guerrera y eso lo voy a recordar por siempre.

Mientras leo sus cartas, me doy cuenta de que en el fondo ella lo sabía: “Si alguna vez por cosas de la vida llego a faltar, no se olviden de esta loquita”. Con el pasar del tiempo algunas palabras cobran su valor real. Como ella lo presentía hoy la loquita no está presente por cosas de la vida y de la muerte.  Su esencia se esfumo y su cuerpo desapareció. Se nos acabó el tiempo juntas.

-Adiós Cindy. Estarás en mi recuerdo y en mi corazón toda mi vida. Fue efímero tu paso, pero hoy es inmensamente significativo tu recuerdo.

Por: Ibeth Borbón

martes, 5 de enero de 2010

SE ABRE UNA VENTANA

Una noche bogotana, mientras regresaba a mi casa en el bus, me detuve a hablar con un chico desconocido que me llamó la atención. Él llevaba en el pecho, sobre su corazón, lo que podría ser un prendedor. Era una tecla "windows"... sí... la misma que ahora puedes ver en el teclado de tu computador, que abre y cierra cientos de ventanas mientras pones tus dedos encima de ella.

Después de sentir una sensación nerviosa en mi estómago, me atreví a iniciar una conversación. Esa noche, a parte de conocer su nombre, de contarme que le gustaba la música, y de felicitarlo porque estaba de cumpleaños, él me dio un mensaje muy valioso. Un mensaje que nació en la mente de alguien que aún desconozco, pero que hoy quiero compartir con ustedes.

Mientras acercaba mi dedo a su pecho le dije:
-¿Qué pasa si oprimo esa tecla?
Y él me respondió:
-¿Sabías que cada persona es como una ventana?... si oprimes la tecla vas a abrir mi ventana.

Esa noche cuando entré a mi habitación pensé en sus palabras, y les di toda la razón y el corazón. Me asomé a la ventana y pude ver el cielo, las estrellas, la luna, los arboles, una casa, y otra casa, y otra más, y en ellas observé muchas... muchisimas ventanas. En adelante cuando me detengo a ver por la misma ventana, me doy cuenta de que muchas cosas permanecen en el mismo lugar, veo algo de lo mismo, pero siempre me cuido de fijarme en los detalles para encontrar algo diferente. Con fortuna siempre percibo y siento cosas fuera de lo normal.

Por: Ibeth Borbón